La falta de espacios verdes no solo afecta la calidad de vida de los habitantes, sino que también exacerba los efectos del cambio climático.
Cuando se habla de ciudades verdes, la respuesta necesaria a los nuevos desafíos que impone el cambio climático, siempre se piensa en parques y áreas verdes. Sin embargo, el concepto va mucho más allá de eso y engloba otros varios elementos. "Es común que la imagen se limite a árboles y césped, pero una verdadera ciudad verde tiene la infraestructura adecuada, servicios accesibles y políticas que promuevan la equidad y la sostenibilidad, desde el uso eficiente del agua hasta el transporte", dice a DW Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace en Colombia.
Y si bien es cierto que mucho de esto depende de factores como la ubicación geográfica, la vegetación disponible y la arborización, también hay elementos que pueden ser intervenidos por el hombre. Yasser Pérez Chavarría, arquitecto urbanista salvadoreño y director de BALAM arquitectos, explicó al medio DW que las decisiones de las autoridades en términos de políticas públicas son determinantes a la hora de construir una buena o mala ciudad. Para el experto, una ciudad barrio (que incluye casas, zonas de esparcimiento y zonas comerciales) es mucho más eficiente que una ciudad-dormitorio o suburbio.
"El suburbio es dañino, porque lo que hace es que existan más vehículos que personas en el espacio público. Es más barato construir suburbio, pero es más costoso para la sociedad, porque en el suburbio no hay cultura posible y todo está diseñado para llegar en carro. Son ciudades-dormitorio llenas de asfalto que impiden la absorción del agua y no disponen de zonas verdes. Sin árboles, no tienes sombra; sin sombra, no tienes microclima; sin microclima, no tienes algo agradable", señala el experto.
Ese drama se replica en toda la región. "Las ciudades colombianas, por ejemplo, tienen un serio problema con la contaminación, debido al transporte; es el quinto país en Latinoamérica con peor calidad de aire", dice Céspedes, de Greenpeace.
Ese parece ser un punto central: la voluntad política por impulsar transformaciones. "A nivel político, aunque existe una creciente conciencia sobre la necesidad de integrar estos conceptos en el desarrollo urbano, la implementación real de estas ideas varía considerablemente entre ciudades y países. En algunos lugares se han adoptado políticas que buscan crear ciudades más inclusivas y sostenibles, pero en muchos otros estas ideas aún no se han traducido en acciones concretas", explica Céspedes.
Y es que una verdadera ciudad verde no solo incorpora espacios verdes urbanos públicos, sino que también los espacios naturales periurbanos, los bosques urbanos, los ríos urbanos, etcétera. "Y no solo se enfoca en la naturaleza, sino en crear un entorno inclusivo y resiliente, donde desde niños hasta ancianos puedan disfrutar de un espacio seguro y accesible", subraya de la Fuente de Val, que imparte un curso de formación sobre ciudades verdes.
La falta de espacios verdes no solo afecta la calidad de vida de los habitantes, sino que también exacerba los efectos del cambio climático, como el aumento de las temperaturas y la disminución de la calidad del aire. Para mejorar la calidad de las grandes urbes, es crucial que los gobiernos implementen estrategias integrales que prioricen la creación y el mantenimiento de áreas verdes, promoviendo así la adaptación, mitigación y resiliencia climática.
Aunque ha habido avances, y ciudades como Montevideo, Buenos Aires, Ciudad de México y Medellín, donde han invertido en facilitar la movilidad de sillas de ruedas, vemos el ejemplo de Estados Unidos, el cual tiene pésimas ciudades, con suburbios gigantescos en los que solo te puedes mover en vehículos privados. "En Los Ángeles, en Houston, no ves a nadie en la calle caminando, no cualquier persona pueda andar en el espacio público. Si esto no se cumple, tampoco es una ciudad verde", indica Chavarría.
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