¿Nos hemos preguntado qué tan saludables son los edificios que construimos y habitamos?
Por: Giulio Pierattini Jury, MSc. Sustainable Design & Construction, PMD Arquitectura.
El ser humano pasa el 90% de su tiempo en espacios cerrados, y aspectos como la calidad del aire interior son cruciales para el bienestar. Estudios recientes indican que en edificios residenciales, hasta un 9% del aire en un apartamento puede provenir del vecino, y sin sistemas adecuados, esta transferencia puede llegar al 35%. Esto afecta directamente nuestra salud, especialmente en contextos urbanos con alta densidad.
Actualizaciones en certificaciones (como en el caso de LEED y EDGE), apoyan esta forma de aproximarse al bienestar de los ocupantes que reflejan una creciente conciencia sobre la necesidad de priorizar la salud de los ocupantes.
Healthy Buildings, un concepto ampliamente estudiado por Joseph Allen y publicado por Harvard U. Press, cobran relevancia. Un edificio saludable optimiza su ambiente interior para impactar positivamente en la salud, el bienestar y la productividad de sus usuarios. Esto se logra atendiendo criterios fundamentales como la ventilación, calidad del aire, iluminación natural y vistas al exterior.
La Biofília, introducida por Edward Wilson en la década de 1980, reconoce nuestra conexión innata con la naturaleza, integrando elementos como luz natural, vegetación y materiales orgánicos en los espacios construidos. Los beneficios incluyen reducción del estrés, mejora del bienestar general y aumento de la creatividad.
Certificaciones como WELL y Fitwel se enfocan en el impacto del entorno construido sobre la salud humana. WELL incluye indicadores como la calidad del agua y la acústica, mientras que Fitwel se centra en estrategias para fomentar estilos de vida más saludables.
El High Line en Nueva York es un ejemplo exitoso de implementación, que transforma una antigua vía férrea en un espacio verde para la interacción urbana, el hospital público de Singapur, donde la integración de naturaleza ha demostrado acelerar la recuperación de pacientes y reducir el estrés de sus visitantes.
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En oficinas, la biofilia mejora la productividad y reduce el ausentismo, como lo observé en mi diseño en Brickell, Miami. Este enfoque no sólo redefine cómo construimos, sino también cómo habitamos. La biofilia redescubre algo intuitivo: la conexión del hombre con la naturaleza es esencial para nuestro bienestar.
La riqueza natural de Centroamérica es un privilegio, un activo que debemos proteger y aprovechar para construir de manera más inteligente. El diseño biofílico no solo transforma espacios; transforma vidas.
El diseño sustentable, dependiendo de su complejidad, representa un aumento del 1% a 5% del presupuesto original. Los ahorros energéticos, la reducción del costo operativo, la mejora en la salud y bienestar demuestran que es una decisión financieramente inteligente.
En Centroamérica, donde la naturaleza es nuestro mayor patrimonio, construir en armonía con ella no solo es posible, sino imprescindible.
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