Por: Marco Araya Villalobos, Arquitecto – Director de OPB Arquitectos Costa Rica
La intervención de un edificio con valor patrimonial arquitectónico constituye un reto particular para los diseñadores, propietarios, desarrolladores y contratistas involucrados, pues implica que atiendan diversas condiciones, normas y estrategias en materia de restauración, así como desempeñarse con actitud y motivación distintas a las usuales en los proyectos comunes. Una vez señalada esta diferencia, es necesario revisar algunos factores, para responder la pregunta del título.
El primer factor corresponde con las reglas del juego. El cumplimiento de la normativa nacional aplicable, la consulta de estándares y convenciones internacionales en materia de restauración y la coordinación y consulta con el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural Costa Rica (CICPC, autoridad competente) son fundamentales para lograr soluciones de restauración apropiadas, efectivas y racionales.
El segundo factor es el propósito del proyecto. Puede que el uso original del edificio y el uso propuesto sean los mismos. Es este caso el proyecto consiste en la actualización de las instalaciones en función de los requerimientos funcionales y normativos vigentes. (Referencia: Colegio Superior de Señoritas, OPB Arquitectos CR, 2011).
O puede que el uso propuesto varíe respecto del original. Aquí, además de la actualización indicada para el caso anterior, se requiere la incorporación de nuevas funciones y en consecuencia, la adición de nuevos espacios y elementos arquitectónicos. (Referencias: remodelación de un antiguo teatro y sala de cine, para alojar la Cinemateca Nacional, OPB Arquitectos CR, 2019, restauración de una antigua escuela para albergar el Centro de la Cultura de Montes de Oca, OPB Arquitectos CR, 2020, o la restauración de una antigua estación de bomberos para usarse como centro de servicios del Instituto Nacional de Seguros, OPB Arquitectos, 2020).
Siempre el propósito del proyecto y la restauración, como producto de diseño, deben ser consecuentes. Debe mostrarse el edificio auténtico en su plenitud. Para esto, se requiere distinguir los elementos originales de las adiciones inapropiadas y si es viable, remover estas últimas, para liberar y mostrar el edificio original. Además, los nuevos elementos adicionales tienen que ser sencillos y contemporáneos, de modo que se distingan de los originales.
El tercer factor es el equipo del proyecto. Propietario o desarrollador, arquitectos, ingenieros estructurales y electromecánicos, paisajistas, representante del CICPC, entre otros. Todos los integrantes del equipo deben tener experiencia en restauración e identificación con la naturaleza y proceso propios de ese quehacer.
El cuarto factor es el enfoque del proyecto (aquí está la base de la respuesta a la pregunta del título). Las soluciones de diseño propuestas deben ser integrales y coherentes con los criterios de restauración. La propuesta arquitectónica debe resaltar el edificio original y tiene que resolverse de modo que lo nuevo sea distinto y discreto. Se requiere que ser nítida y funcional. Los nuevos elementos estructurales y los sistemas electromecánicos pueden quedar incluidos en los elementos originales o expuestos, pero en orden, coordinados con los originales y sin que llamen la atención.
El uso que se asigne a los diferentes componentes o espacios originales del edificio debe definirse cuidadosamente, de modo que las virtudes y vocaciones originales de los espacios se evidencien y se complementen con las instalaciones que el requerimiento funcional vigente demande. Deben mostrarse los materiales y componentes originales de interés, de manera que los usuarios del edificio puedan distinguirlos y tener idea de su naturaleza y de que su elaboración requirió esfuerzos y destrezas excepcionales.
En complemento de los aspectos edilicios, el uso propuesto para la edificación constituye la clave para su vigencia y su reconocimiento, pues no es la sola obra lo que perciben usuario y sociedad, sino su integración con el uso, su adecuado desempeño y sobre todo, la calidad de las vivencias que permita alojar.
La esencia del edificio patrimonial se deriva de su propósito primitivo y del contexto en el que se gestó. Esto determinó su diseño y la selección de los materiales y procesos constructivos utilizados en su construcción. Entonces, siendo que las características del edificio a restaurar resultan de su propósito original, es necesario que la restauración, además de satisfacer el nuevo uso, mantenga espacios y elementos de la estructura original que le permitan al usuario reconocer su esencia, e incluso imaginar cómo habría sido cuando estaba en apogeo.
El quinto factor es el contratista, que para los proyectos de restauración debe tener cualidades específicas. Los contratistas de los proyectos de restauración, además de considerar aspectos usuales, como metas versus plazo y costo, enfrentan términos y condiciones especiales, que en algunos casos implican procesos, quizás especializados para el común de los contratistas.
Por ejemplo: trabajo artesanal, prohibición de utilizar herramientas eléctricas en ciertas labores, empleo de materiales de reposición fabricados con base en muestras de los existentes en el edificio original, contratación de restauradores, etc.
Además de esto, ejecutan tareas minuciosas y lentas (por ejemplo: restaurar un piso de mosaico removiendo todas sus piezas, una a una sin dañarlas, limpiarlas, registrarlas y almacenarlas temporalmente hasta el momento de su recolocación). También ejecutan de tareas “al detalle”, en vez de por volumen, como desmantelar una pared metálica prefabricada para reconstruirla, en lugar de demolerla; o construir canalizaciones electromecánicas ocultas entre molduras y ornamentos, en vez de colocarlas de parche, etc.
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En consecuencia, un proyecto de restauración requiere contratistas con experiencia específica en este tipo de intervenciones y con sensibilidad particular para programar y realizar los trabajos conforme las normas y los estándares que rigen esta actividad. Debe estar convencido de que las tareas tienen que ejecutarse con particular cuidado y paciencia. Tiene que integrar artesanos especializados en su equipo y estar preparado para atender imprevistos poco usuales.
El último factor a considerar en esta nota (aunque hay otros) es el presupuesto. Un proyecto de restauración es, por lo general, más costoso que uno común. Presenta más trabajos previos, como la realización de inventarios de elementos del edificio, levantamientos muy detallados, estudios técnicos especializados, etc. Implica procesos más lentos y elaborados. Requiere la contratación de artesanos, a veces difíciles de encontrar. Puede necesitar sistemas de apuntalamiento temporales y reforzamientos estructurales complejos. Suele implicar el reemplazo completo de todos los sistemas electromecánicos, etc.
Pero el presupuesto no debe limitarse al costo de construcción y de equipamiento. También son necesarios recursos para garantizar la operación y el mantenimiento adecuado del edificio. Sería lamentable restaurar una obra si no puede alojar una actividad que sea signo de su revitalización, o que se deteriore por falta de programas de mantenimiento preventivo. Esto último es crítico, pues los edificios antiguos son más difíciles de mantener.
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